Mensaje Pastoral de Monseñor Santiago El Khoury de Pascua 2021

A todos nuestros Hijos en el Señor Jesucristo, Clero y Fieles:

Observemos y meditemos detenidamente, sobre la esencia del misterio de la Resurrección de Cristo nuestro Dios, el misterio que anhelamos tener en nosotros de forma espiritual. Veamos cómo Cristo está sepultado en nosotros, y cómo, cuándo se une a nuestras almas, resucita y nos resucita con Él.

En otras palabras, Jesús probó la muerte y descendió al fondo del infierno, y al ascender del infierno, se unió con Su cuerpo purísimo, se levantó de entre los muertos y luego ascendió con su naturaleza humana al cielo con Gran Gloria. Asimismo, ahora también, al salir del mundo del error y del pecado, y entrando en la semejanza de las pasiones de Cristo, en el sepulcro de la humildad y el arrepentimiento; Él mismo desciende del cielo y entra en nuestro cuerpo como en el sepulcro, y al unirse con nuestras almas, las resucita porque en verdad estaban muertas, preparándonos a nosotros, resucitados junto con Él, para vivir la gloria del misterio de Su resurrección.

La Resurrección de Cristo y Su Gloria son nuestra propia resurrección, púes al morar en nuestra naturaleza humana, completará y hará en ella todo lo que hizo con Su naturaleza humana. La resurrección del alma es Su unión con la vida pues el cuerpo mortal no vivirá si no acepta al alma viviente y se une a ella sin confusión. De la misma forma, el alma no vivirá si no se une a Dios, quien es la vida eterna, en una unión suprema y sin confusión, (San Simón, el Nuevo Teólogo).

La Resurrección de Cristo realmente sucede en el alma de cada fiel, y no sucede una sola vez, sino cada hora. Sin embargo, la manera de vivir la resurrección significa guardar los mandamientos divinos. Así inicia la participación del fiel en la resurrección, dando su primer paso tomando la decisión y adoptando el estilo de vida con la determinación y firmeza de imitar a Cristo, de hacer Su voluntad y no la nuestra.

Y es aquí, donde empiezan los obstáculos a golpearnos. Cuando veamos y tomemos conciencia de la gran brecha entre nuestra voluntad y la voluntad de Cristo, allí lucharemos con la desesperación, el cansancio, la tristeza, el miedo, la ansiedad y la sospecha y lo que librará una guerra despiadada contra nosotros será nuestro propio egoísmo, nuestro orgullo arrogante, el amor a nosotros mismos y nuestra esclavitud a muchos de los lujos de la vida, para que luego experimentemos el significado del dolor porque liberarnos de las diversas formas patológicas de adicción, a las que nos hemos acostumbrado como si fueran parte de nuestra naturaleza, no será fácil sino más bien doloroso al principio.

En este punto es donde no debemos temer y ni retroceder a pesar de los repetidos y continuos fracasos.

Lo más importante, será también, no desesperarnos, y levantarnos de nuevo porque Dios está presente en nuestras vidas, observando nuestro esfuerzo, viendo nuestra determinación y el alcance de nuestra sinceridad. Por otra parte, en el medio de esta lucha descubriremos la verdad de nuestra naturaleza, que es débil y miserable, y se revelará, al mismo tiempo, el gran amor de Dios por nosotros, que nos tolera a pesar de nuestra extrema pobreza y a pesar de todos nuestros fracasos.

Luego continuaremos nuestro camino con más compasión y humildad, sabiendo que no somos nada, y en el momento oportuno, Él intervendrá y nos rescatará, y entonces comenzará el momento del conocimiento de Dios, momento en el que experimentaremos Su poder y la grandeza de la obra de Su Gracia Divina en nosotros. En ese momento, seremos capaces de decir que comenzamos a conocer un poco a Dios y a ser conscientes de que antes no lo habíamos conocido.

Esta es la resurrección, el camino de vivir y buscar a Dios continuamente hasta que entre en nuestras vidas y se refleje en nuestras obras a través de la petición continua de arrepentimiento y humildad, para que nuestras vidas, cuerpo y mente, sean puras y semejantes a nuestro Cristo. El Señor vendrá hacía nosotros con la gracia de Su Espíritu Santo y reinará en nuestros corazones para que experimentemos la resurrección y disfrutemos de Su gozo y paz celestiales.

Elevo una ferviente súplica en esta gloriosa Fiesta de la Resurrección a nuestro Cristo resucitado, para la liberación de nuestros pueblos en Argentina, Líbano, Siria y en el mundo entero, de esta devastadora pandemia y de toda dificultad económica, para que, si resistimos, glorifiquemos al Señor y elevamos los canticos de alabanza y agradecimiento.

¡Cristo Resucitó, Verdaderamente Resucitó!
Felices Pascuas para todos

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